Proveniente del campo de la pintura, el trabajo de Carlos Maciá (Lugo, 1977) pasa en ocasiones a desarrollarse sobre el espacio de la intervención, superando así el soporte bidimensional y estableciendo un diálogo con la arquitectura que envuelve al espectador.
El proyecto de Carlos Maciá para la Fundación Luis Seoane parte de su interés por las intervenciones específicas que en los últimos años convivieron con su obra estrictamente pictórica. Interesado por la actividad de la pichaçao que desde hace décadas se practica en las calles de São Paulo, Maciá presentó allí, en el verano de 2015, el proyecto Cidade Cinza, tomando como punto de partida el profundo impacto que tiene sobre la ciudad esa práctica, que entronca con el propósito propagandístico de la pintura mural desde un punto de vista histórico. Conocedor de la importancia del muralismo dentro de la obra de Luis Seoane, Carlos Maciá genera una gran intervención en el vestíbulo de la Fundación que refuerza su interés por la acción sobre la propia arquitectura, y que en este caso incide y remarca algunas de las decisiones de los arquitectos Creus y Carrasco para el edificio.
De modo paralelo, Maciá instala una serie de trabajos creados ex profeso que cierran su serie Markers, iniciada en 2011, y pensada estrictamente desde el lugar de la pintura, y aboga por sacarla del plano para alcanzar unos volúmenes propios de la escultura. El trabajo sobre materiales de aplicación industrial que Maciá viene desarrollando desde sus inicios choca con el interés no por la limpieza de las formas y la uniformidad de los planos de color, sino por la necesidad de evidenciar los rastros del gesto y las imperfecciones propias de la mano humana.
Con esta exposición, Carlos Maciá regresa a su ciudad después de años de ausencia, defendiendo una de las carreras más sólidas del panorama artístico estatal.